viernes, 28 de febrero de 2014

Islandia 2ª Parte. Temporales, ballenas, lava y otras anécdotas.

Los caballos islandeses. Una raza propia, con su característico pelazo rubio.

¡Cómo nos gusta darle intriga al tema! Seguimos con Islandia, bastante tiempo después y obligados por el hecho de que vamos a Perú en nada y como lo contaremos también por aquí no queremos que se nos acumulen los viajes (solo en lo referente a relatarlos, en la vida real queremos que se nos acumulen muchos).

Lo dicho, seguimos relatando nuestro viaje por aquellas tierras del norte.
Nos despedimos en el anterior post con Jokulsarlon para conducir por fiordos, los del Este en concreto, dirección Djupivogur, donde supuestamente cogeríamos el ferry para ir a Papey, a intentar ver las colonias de frailecillos, aunque ya nos advirtieron de que habían volado poco antes de llegar nosotros a Islandia. Como no pudimos verlos nos conformamos con comérnoslos, pero esa es otra historia.


Nuestro viaje a Papey se frustró por el temporal. Cancelaron el ferry porque las olas eran tremendas.
Pero no pasa nada, seguimos avanzando que tampoco nos venía mal.
Los paisajes del este son preciosos. Los fiordos han dado lugar a carreteras que apuran el espacio al máximo, bordeando las montañas y dejando a la derecha abismos algunas veces inquietantes.

Desde este punto nuestro objetivo era llegar al lago Myvatn, otro de los sitios más turísticos de Islandia. Nos lo tomamos con calma disfrutando de los maravillosos fiordos y parando a dormir y comer donde veíamos algún punto bonito (como veis nuestro viaje se ha ido guiando por la búsqueda de sitios chulos en los que despertarnos).

En Islandia viajar en furgoneta es bastante fácil, apenas hay legislación referente al tema de pernoctar en un auto, y si lo hay da igual porque no hay gente para multarte. Si no eres de aparcar y dormir siempre puedes ir a un camping, que están muy bien acondicionados y son asequibles, o gratis si llegas cuando el guarda ya se ha ido, pero no vamos a fomentar el uso gratis de sus instalaciones.

Gracias a uno de estos campings (el de Borgarfjourdur, donde paramos para intentar ver frailecillos por segunda vez, también fallida) descubrimos la que ya es nuestra cerveza preferida, la local Einstök White Ale con cilantro y naranja, de mano de una pareja de australianos majísimos con la que compartimos mesa para cenar. Les estamos eternamente agradecidos por el descubrimiento (tanto que sigo buscándola en internet para comprarla online). Por cierto, las cervezas islandesas merecerían un post, hay muchas fábricas y hacen cosas buenísimas.


Casa tradicional islandesa con el tejado cubierto de cesped. En Borgarfjourdur.
Después de Borgarfjourdur en el que era ya nuestro día 6 nos dirigimos al parque Jökulsargljufur, que recorre del gran río Jökulsá á Fjöllum (única formación de agua en esta gran zona desértica, que dió lugar al impresionante cañón de Ásbyrgi, entre otras cataratas y depresiones).

Río Jökulsá á Fjöllum a su paso por el cañón de Ásbyrgi
Llegamos a este parque por una carretera saltaempastes horrible (luego nos enteramos de que había otra asfaltada pero que lleva a la otra ribera... somos así de aventureros). El camino de horror mereció la pena cuando vimos las cascadas de Dettifoss, las más caudalosas de Europa, las de Selfoss con sus caractéristicas columnas basálticas y las de Hafragilsfoss. Las tres cascadas están unidas por un camino que se puede recorrer a pie en una preciosa ruta de menos de dos horas.

Del desierto y sus cascadas (pasando de nuevo por la carretera que convertía en Serrat a cualquier cantante que osara sonar por nuestra radio) llegamos a las solfaratas de Hverir, principio del parque natural de Myvatn y de la zonas sulfurosas. Es muy curioso subir una pista de montaña y al llegar arriba empezar a ver el humo que inunda el otro lado (por no hablar del olor a huevo cocido que se empieza a respirar)

Surrealista el paisaje de Hverir con sus charcos de lodo hirviendo (y su olorcillo...)
Sulfarata en Hverir.
Los autobuses aparcados junto a las sulfaratas delatan a esta zona como una de las más llamativas para los turistas.
Aprovechando que estábamos por allí nos acercamos a la zona volcánica de Askja. Es una zona con mucha actividad geotérmica (alberga una planta de energía geotérmica de 60MW) y volcanes activos, que fue utilizada durante el programa Apollo para preparar a los astronautas para misiones lunares (muy acertado). Subimos al cráter Viti (originado por la erupción en Askja en 1875, la mayor de la historia de Islandia) y rodeamos su corona para poder ver en persona el famoso lago turquesa formado en su interior.

El crater Viti (infierno en islandés, ya que se pensaba que debajo de los volcanes se encontraba el infierno)
Central geotérmica junto al crater Viti. Emite el ruido similar a cinco helicópteros sobrevolando tu cabeza y un cohete despegando a tu lado.
Desierto de lava humeante de Odadahraun, en Myvatn. Aun caliente tras la gran erupción de 1875 que desoló esta zona de la isla.
Después de un largo paseo por el sobrecogedor desierto de lava de Odadahraun nos fuimos al lago de este paraje natural que es Myvatn para hacer noche en uno de sus tres campings y despertar temprano para ver todas las cosas que ofrece este sitio.
El lago Myvatn es precioso. Un gran lago de agua transparente rodeado de vegetación y salpicado de enormes piedras con formas curiosas. Las piedras, por supuesto, están hechas de lava (como todo por esta zona).

Por suerte los mosquitos no se ven en la foto...
Otro de los atractivos de Myvatn es Dimmuborgir, un gran campo de lava con extrañas formaciones rocosas y cavernas. Según los islandeses (que son gente muy mística) en este lugar habitan duendes. Duendes no vimos, aunque mosquitos todos los del mundo. El lugar es fantástico.
Otra excursión chula que pudimos hacer en la zona de Myvatn (gracias a la tregua que nos dio el tiempo) fue la subida al cráter Hverfjall. La subida a este cráter (de 2700 años) es bastante dura y empinada, pero las vistas desde la corona merecen la pena. Una panorámica de todo Myvatn para sentarse a disfrutar un rato (y a coger aire).


Camino al Hverfjall (el "Crater Montaña") desde Dimmuborgir, en uno de los pocos momentos en los que pudimos disfrutar del intenso azul del cielo de Islandia (normalmente tapado por nubes)
Zona de pseudocrateres de Skutustadir (en Myvatn)
Después del duro día caminando, saltando piedras, escupiendo mosquitos y escalando cráteres nos merecíamos un descanso, para lo que nos vino fenomenal una visita a Jarbodin. Unos baños naturales parecidos al Blue Lagoon de Reykjavik (aunque menos famosos y por tanto más barato). El hecho de que sea natural hace que la temperatura del agua no sea uniforme (en algunos sitios te puedes achicharrar vivo).


¡Quiero volver!
Dejamos Myvatn para poner rumbo al siguiente hito de nuestro viaje: ver ballenas. Para ello fuimos hasta Husavik, que según dicen es uno de los sitios donde mejor se avistan.
Hemos vivido pocos momentos tan emocionantes como el de estar en alta mar en un barco en silencio mirando alrededor esperando a ver el chorro de aire que delata a las ballenas cuando salen a respirar.


¿Haaaaaa blaaaaaaaas baaaaaa lleeeee noooooo?
Avistando ballenas en Husavik
Nos faltó que alguna saltara delante del barco, pero vimos un par de colas y lomos más que satisfactorios. Y para compensarnos varios delfines nos siguieron y nos dieron un poco de espectáculo, muy majos.


Delfín hasta el fín, de telonero de las ballenas
Después de naturaleza, ballenas, delfines... el cuerpo nos pedía civilización, y en Islandia la civilización está en dos sitios: Reykjavik o Akureyri. Akureyri es una pequeñita ciudad preciosa con mucho encanto. Calles peatonales, tiendas y casitas preciosas es lo que nos encontramos aquí.

Nuestra siguiente parada fue un micro pueblo, Siglufjordur, que podría haber pasado desapercibido en este post si no fuera porque se nos rompió la furgoneta justo al llegar. Lo más conocido de este pueblo pesquero es el museo del arenque (no te digo más...) y la rotura del coche, sumada a una tormenta de nieve que se avecinaba (que incomunicó al pueblo con las poblaciones más cercanas) hicieron que nos tuviéramos que quedar en este pueblo dos días interminables. El resultado finalmente fue positivo. Debíamos ser las únicas personas humanas en el pueblo, quitando a la camarera del restaurante en el que comimos (maravillosamente, por cierto) y el inquietante dueño del horripilante hostal en el que nos alojamos (os ahorramos el enlace en este caso), pero lo pasamos bien y la suerte hizo que la tormenta nos pillara en un pueblo y no en la carretera. Si en el fondo somos unos suertudos...

En cuanto mejoró el tiempo y pudieron traer la pieza de repuesto que se nos había roto salimos de allí pitando y emprendimos el rumbo a los fiordos del oeste. En el camino descubrimos una piscina natural "secreta" de agua caliente y nos dimos un estupendo baño bajo la lluvia, y aprendimos que todo lo que hay en la naturaleza en Islandia se puede comer y beber (nos lo dijo un sabio señor mientras recolectábamos arándanos por el bosque).

La última etapa de nuestro viaje fue la llegada a la provincia de Snaefells (sí, la de "Viaje al centro de la tierra" de Julio Verne) en ferry para volver a conducir desde ahí hasta Reykjavik (en la noche más lluviosa de la historia de la isla) donde el día siguiente (el último de este gran viaje) entraríamos en un volcán como colofón final de la aventura.


Así es un volcán por dentro (de mil colores) y por ese orificio entramos (http://www.insidethevolcano.com/)
 
Zorrito ártico que nos acompañó durante la excursión del volcán. Qué cosita...
Islandia es un pais increíble, lleno de contrastes y de maravillas naturales (cascadas, fiordos, montañas, volcanes, desiertos, playas, glaciares...). Son cien viajes en uno. Así que no podemos más que recomendar a todo el mundo que vaya. Nosotros no descartamos repetir en el futuro.



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